Pareciera que el destino le ocurrió a Miho Imada. Empezó a entrometerse en su vida décadas antes de que ella llegara al mundo, en 1900. Por esa época, en la prefectura de Hiroshima, en el sur de Japón, empezaba a despegar la industria del sake, una bebida fermentada a base de arroz. A medida que el sake se convertía en una importante parte de la economía de la región, los dirigentes de esta decidieron crear un banco genético en donde se pudieran guardar las semillas de arroz. Para entonces la especie dominante de arroz cultivada en Hiroshima era el Hattan-so. Con el banco se buscaba preservarla por si algún día, quizás a causa de un desastre natural o una plaga, faltaba.
Cuando el arroz hattan-so faltó, no fue por un fenómeno natural, sino por decisión de quienes lo cultivaban. Es un arroz muy difícil de cultivar porque tiene que crecer mucho para dar su fruto y requiere de técnicas de cuidado complejas. Entonces los campesinos de la región lo abandonaron por otras especies y el hattan-so desapareció de Hiroshima.
Después de esto, el destino esperó a Imada San (se le adiciona a un apellido japonés San en señal de respeto). La esperó a que naciera en Akitsu, un pueblo de Hiroshima, en los años 50. La esperó a que creciera y viera a su padre, un toji, o maestro del Sake, montar su propia fábrica de la bebida. Y la esperó 14 años hasta que ella estudiara en la universidad en Tokyo y después trabajara en un tradicional teatro noh, en donde se muestran obras clásicas de danza y drama creadas en el siglo XIV.
Imada San habría continuado su carrera en el teatro, de no ser por una dura crisis económica que golpeó al Japón en los 80s. De repente los patrocinadores de las artes se esfumaron y con ellos el dinero para sostener el teatro en el que ella trabajaba.
Al quedarse sin trabajo y sin carrera, Imada San entró en un proceso de reflexión sobre qué hacer con su vida. Pudo haber encontrado trabajo en un ambiente de oficina. Pero ella quería ser una persona cuyo oficio era crear cosas, como un carpintero que convierte la madera en esculturas, muebles o inclusive hogares. Fue entonces cuando se dio cuenta que la fábrica de Sake de su padre era la oportunidad que ella anhelaba. El estaba envejeciendo y no tenía tiempo para producir importantes cantidades de sake. Ninguno de los hermanos de Imada San quería hacerse cargo del negocio. Entonces, a los 33 años de edad, Imada San decidió volver a Akitsu y reemplazar a su padre como toji.
Ella quería ser una persona cuyo oficio era crear cosas… Fue entonces cuando se dio cuenta que la fábrica de Sake de su padre era la oportunidad que ella anhelaba.
Ese fue el instante en el que el destino empezó a atar los cabos de su vida. Para convertirse en un toji, Imada San estudió 8 años con otros tojis de su pueblo. Cada uno hacía un sake diferente y ella se dedicó a tratar de entender qué hacía que sus bebidas fueran especiales. ¿Era el agua, el momento del año en el que se fermentan, o los equipos que se utilizan? Al comenzar a hacer su propio sake, Imada San pronto se dio cuenta que encontrar arroz era un suplicio. En Hiroshima ya no se cultivaba casi el arroz para el sake, y por ende los tojis tenían que importar una especie, llamada yamada nishiki, de otras prefecturas. Pero no era fácil de hacerlo porque “nos vendían solo los sobrados,” dice Imada San. En 1999 Hiroshima empezó a cultivar el arroz yamada nishiki. Pero para ese entonces Imada San había decidido que ella quería trabajar con una especie genuinamente local de Hiroshima.
En su búsqueda por esa especie local, se le ocurrió ir al banco genético que había sido creado 100 años antes. Y allí encontró al hattan-so, dormido, pero aun vivo y dispuesto a ser fertilizado. El banco le regaló un puñado de semillas que ella inmediatamente plantó. Le tomó 6 años crear un cultivo de hattan-so que fuese lo suficientemente grande para producir una buena cantidad de sake en su fábrica. Pero la espera valió la pena, pues es ese arroz el que le da al sake de Imada San el sabor suave por el que se ha vuelto famoso alrededor del mundo.
A los sakes de Hiroshima se les llama ginjo y son considerados premium. Para hacerlos, se necesita un arroz pulido en por lo menos un 60%. Imada San es la única toji en todo el Japón en utilizar el hattan-so para hacer sake. Pero ella asegura que no es solo el hattan-so lo que hace que su sake sea único. “Cuando se toma sake, se puede sentir el corazón de las personas que lo hicieron,” dice ella. En ese sentido, hasta su experiencia haciendo teatro noh influencia el sabor y el sentir de su sake, pues esa experiencia hace parte de su corazón. El sake de Imada San es suave pero a la misma vez aromático. Dice ella que se disfruta mejor cuando se le empareja con un buen plato de comida de mar, en especial las ostras.
Hay alrededor de 1,000 tojis en Japón. Solo 40 son mujeres. Imada San quiere cambiar esa realidad. Es una meta difícil de cumplir pues el sake requiere de largas horas de trabajo y las mujeres con hijos y familias no disponen del tiempo necesario para convertirse en tojis. En su fábrica, Imada San ha decidido ser flexible con los horarios para que las mujeres puedan formarse, así se demoren más años en aprender. Se trata de dejar a un lado la naturaleza estricta del proceso de aprendizaje del sake y llevarlo a cabo con compasión y tolerancia. Ahora que es una de las tojis más importantes del Japón, Imada San está lista para influenciar, para bien, el destino de futuras tojis mujeres.
Ahora que es una de las tojis más importantes del Japón, Imada San está lista para influenciar, para bien, el destino de futuras tojis mujeres.
Desde muy pequeña he pensado que la vida sin independencia financiera es la vida de un seguidor. No se puede ser un líder sin independencia financiera. Yo siempre he sentido que, en mi caso, construir una carrera es más importante que casarme y tener hijos. Contar con nuestros propios recursos nos da la flexibilidad de escoger qué queremos hacer con nuestras vidas.
Me tomó 15 años de arduo trabajo reconstruir una empresa familiar que estaba fracasando. Pero esa devoción valió la pena. Cuando se trata del manejo de dinero, hay que priorizar las metas más importantes y sacarlas adelante. Para mi la prioridad era convertirme en toji, y destine una gran parte de esos recursos para ese fin.
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